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Siempre es un momento muy triste cuando llega la hora de despedirse de alguien que te ha acompañado toda la vida, cuya obra has seguido con admiración y con entusiasmo, como en mi caso ha ocurrido con la de Stephen Hawking.

Cuando publicó su best seller «Historia del tiempo», allá a finales de los años 80, yo empezaba a bucear cada vez más profundamente por los textos de divulgación, y después de haber leído y releído hasta la saciedad a Sagan y a Asimov, la irrupción de Hawking fue tremendamente impactante para mí. Además de enfocar temas tan complejos como la cosmología y la física cuántica desde una perspectiva perfectamente entendible para los mortales (al menos una aproximación), teníamos ante nosotros a una persona con una terrible enfermedad, confinado a una silla de ruedas y con una condena a muerte sobre sus hombros.

La proeza de Stephen Hawking es triple, por una parte ha demostrado ser una de las mentes más brillantes de la ciencia moderna, centrada en los campos de la cosmología, la física y la termodinámica, ha realizado descubrimientos clave en estos campos utilizando lo único que tenía disponible y en perfecto estado de funcionamiento: su pensamiento. Por otra parte ha sabido, y lo que es más loable, ha querido compartir con todos nosotros sus descubrimientos y su forma de entender la naturaleza del cosmos, esforzándose por llevar a un terreno mundano las elevadas ideas científicas que fuera del contexto matemático y formal son muy difíciles de explicar y hacer entender. En último lugar ha sido un ejemplo a seguir de superación y de naturaleza humana, seguramente Hawking tendría sus defectos, pero en él también se condensaba lo mejor del ser humano, ese afán de superación que tantas veces ha logrado brillar por encima de todo lo malo que tenemos, lo que hace que merezcamos la pena, a pesar de nosotros mismos y nuestros grandes defectos.

A partir de su Breve historia del tiempo, saltó a la primera línea de la divulgación mundial y ha sabido estar a la altura durante varias décadas, siempre tratando de acercar la ciencia hasta la sociedad, brindándonos la oportunidad de asomarnos al fabuloso mundo de la ciencia real y tratar de entender los misterios cosmológicos que llevan milenios acosándonos. Ha publicado más libros y ha aparecido en series divulgativas (una de las últimas «El universo según Stephen Hawking», de National Geographic en la que hacía de anfitrión durante tres memorables episodios), incluso ha aparecido en series como Big Bang Theory parodiándose a sí mismo: otra de las características que tenía era su brillante humor.

Dentro del drama de su enfermedad ha tenido la suerte de disfrutar de una vida larga y muy fructífera, él mismo ha dicho en numerosas ocasiones que se sentía afortunado de mantener intacta su más preciada posesión que era su intelecto, y de poder utilizarlo en toda su potencia para investigar y profundizar en los misterios cósmicos. Nosotros hemos tenido la inmensa suerte de coincidir con él en el espacio y el tiempo, de escucharle en directo y en sus obras y documentales, de tenerle a nuestro lado hasta el último momento. Ahora nos queda todo su conocimiento en forma de legado científico y divulgativo, y sobre todo, humano.

Gracias, Profesor.

SH

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